De las palabras que habitan en mi cabeza

Si por cada semana que paso sin escribir, mi teclado fuera perdiendo botones, tras estos cuatro meses de silencio, casi no habría teclas para digitar. Entonces yo, como alguien al final de una partida de Scrabble, tendría que esforzarme por crear palabras con las pocas letras que me quedan, intentando construir un haiku mínimamente coherente.

Pero no hace falta que al teclado se le caigan los botones, porque a mí igual me han ido atrofiando las palabras dentro. Y ahora que las he sacudido a todas para que se junten, las veo tan llenas de pereza. Van arrastrando los pies de una neurona a otra sin dar con una compañera sensata con quien procrear una oración. Y cuando al fin nace una, esa oración parece asustada de bajar de la cabeza hasta la punta de los dedos. Los dedos, mientras tanto, se quedan tiesos frente a las teclas negras del computador. “¿Y bien?” parecen preguntar las teclas después de horas de verse las caras con diez yemas avergonzadas de tanto silencio.

La hoja en blanco del documento parece una lámpara incandescente en medio de la noche, o un memorándum que llega a la cabeza anunciando que, o se escribe algo aquí, o se cierra la fábrica, porque al fin, pasar todo este tiempo sin publicar nada es una barbaridad, porque, aunque no haya quien a uno le lea, uno se hizo esa estúpida promesa de inicio de año, jurando con la mano en el pecho que escribiría un post al mes y de eso ya son cuatro largos meses.

Aterradas, las palabras corren dentro de la cabeza chocándose mientras tratan de encontrarse, como burócratas que se pasaron un tercio de año haciendo nada y ahora les cayó una fiscalización.

Al cabo de un tiempo, algún imperativo grita “¡paren!” y comienza a poner algo de orden en esa cabeza. Poco a poco algunas oraciones van bajando hacia los dedos y las teclas vuelve lentamente a tamborilear su clásico “tac, tac, tac”. Algo nace, pero no es un haiku, ni un cuento ni un poema, solo una declaratoria:

“Nosotras, las palabras que habitamos en la cabeza, nos unimos en solidaridad para demandar que no vuelvan a ser realizados compromisos de año nuevo incompatibles con la realidad de quien nos suscribe. Punto.” Y el teclado se calla nuevamente, y yo solo espero que no sea por otros cuatro meses.

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