Un museo para el amor que se acabó

¿A dónde va el amor cuando se acaba? En Croacia: al museo

 

En estas excursiones de viajero es común que en ciudades muy turísticas uno se encuentre con gran número de museos de todo tipo, desde los típicos museos de cera hasta los –en mi perspectiva de mal gusto– museos de la tortura, que no son más que un modo de hacer negocio, sin ofrecer a cambio ningún verdadero valor que haga que valga la pena visitarlos. De ahí que cuando supe sobre el museo de las relaciones rotas (Museum of Broken Relationships) pensé que se trataría de otro de esos lugares sin mucha gracia. Pero dado que todos los guías lo recomendaban y dado que este domingo aquí en la capital de Croacia amaneció lluvioso y frío, resolví darle una oportunidad al lugar y enhorabuena que lo hice.

El museo, ubicado en un antiguo edificio en el centro de la cuidad de Zagreb, es un pequeño espacio con cinco salas de exhibición, cada una montada con donaciones anónimas de personas de todo el mundo: fotos, regalos, cartas, artículos de todo tipo, que un día tuvieron un valor especial dentro de una relación sentimental que, evidentemente, ahora ya no existe más.

Lo único que todos los objetos tiene en común es eso: la ruptura, el amor que se acabó, las historias que se interrumpieron. Y aunque aquello podría parecer desde superfluo hasta deprimente, lo cierto es que la exposición está tan bien montada que esa suma de cosas viejas y papeles descoloridos acaba hablando no solo de las historias personales que terminaron, sino de las propias relaciones humanas y las tan particulares maneras en que se expresan y desenvuelven.

El recorrido lo lleva a uno a inmiscuirse en todo tipo de historia de amor. Están las tormentosas, como la de una persona de Alemania que donó el hacha con la cual hizo añicos todos los muebles de la mujer que lo cambió por alguien más durante un breve viaje. Están las desgarradoras, como el Snoopy de peluche, el primer regalo de noviazgo, que una mujer guardó durante los 30 años que duró su matrimonio, antes de que su esposo le confesara que jamás la amo realmente y que se marchaba con otra mujer. Pero también están las que sólo causan gracia, como aquella de quien donó el juguete de hule de la mascota de su ex y escribió: «su perro dejó más huellas en mi vida que él»

El museo conmueve, divierte y conduce a la reflexión, todo en un solo recorrido que no dura más de una hora. Observar esos objetos y los relatos que los acompañan es observar también el modo en que cada individuo vive sus relaciones con los demás, el amor y sus desenlaces. El museo recopila historias inocentes, lo mismo que historias fetichistas y recuerdos alegres a la vez que recuerdos de traición, enfermedad, drogas y muerte, todo lo que en suma forma parte de nuestras historias colectivas y cotidianas como humanos.

Y tan innovadora es la propuesta del museo, y tantas miles de contribuciones ha recibido en estos siete años que tiene de existencia, que ahora mismo ya está montando una sucursal en Estados Unidos y cuenta con varias exposiciones itinerantes recorriendo el mundo.

Así que ahí lo tienen, si pasan por la pequeña y pintoresca ciudad de Zagreb no dejen de hacerle una visita al museo, y si el asunto les trae a la memoria algún recuerdo que merezca la pena compartir, ya saben a dónde dirigirse.

 

 

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