Hacer turismo en un pequeño país habitado por 126 millones de personas, requiere planificación y mucha paciencia. Como ya lo había relatado antes, en Japón hay feriados casi todos los meses; sin embargo, para conseguir viajar en uno de ellos, hace falta reservar hoteles, trenes, aviones con meses de anticipación.
Durante el Otoño y la Primavera la cosa se pone aún más difícil. Sin embargo, este año nos armamos de valor y cumplimos con la merecida visita a uno de los sitios más populares de la época en las cercanías de Tokio, la ciudad de Hakone.
El lugar, con sus montañas, piscinas de aguas termales, parques, lagunas y su privilegiada vista del monte Fuji es aún más encantador durante el Otoño, cuando todo el verde se va tornando amarillo y rojo y una constante lluvia de hojas decora la ciudad.
Pero si el paisaje por si solo es hermoso, imaginen agregarle un puñado de obras de arte aquí y allá para hacerlo simplemente inolvidable.
Hakone cuenta con el más antiguo museo al aire libre de Japón. Inaugurado en 1969, The Hakone Open Air Museum posee cerca de 120 esculturas de los más célebres artistas del mundo, regadas en medio de la naturaleza, como si cualquier cosa…
Basta caminar por entre los árboles o cruzar un puente, para dar con alguna escultura o instalación, como esta bella cabeza recostada en el agua a la entrada del lugar.
Además de las esculturas al aire libre, el museo tiene cinco salas de exhibición y entre ellas un fascinante pabellón dedicado exclusivamente a Picasso.
Entre pinturas, esculturas, objetos de plata y oro y sus célebres platos, la colección reúne 300 piezas de Picasso, que solas ya bastarían para hacer que el viaje hasta Hakone haya valido la pena.
Pero además de las hermosas piezas para contemplar, hay un buen repertorio de obras con las cuales es posible interactuar. Uno de los objetivos del Museo es acercar a los niños al arte, de modo que cuenta con varias instalaciones en las cuales los niños pueden divertirse y jugar.
En estos espacios, los niños son libres de pasar tantas horas como sus padres estén dispuestos a esperar. Lo único lamentable es que los adultos no están autorizados a jugar (salvo que estén acompañados de un niño, y ese aún no es mi caso)
Esta es otra de las piezas para ver y jugar. Los niños pueden entrar en ella y escalarla, o usarla como resbaladera. Mientras juegan, aportan a la obra vitalidad y para quienes solo podemos observar desde fuera, la pieza luce mucho más interesante gracias a los niños.
Mientras pasea plácidamente por entre los jardines del museo, ningún visitante puede ocultar la sorpresa cuando, de repente, depara con este cuerpo de hierro abatido sobre el pasto. La colección del Museo, tan contemporánea y tan divertida a la vez, funciona de maravilla con el hermoso escenario.
Para llegar a Hakone y visitar su encantador museo al aire libre en pleno Otoño, hace falta planificar muy bien el viaje (todos los hoteles están agotados con varias semanas de anticipación), hace falta llenarse de paciencia (los trenes están repletos y en ocasiones hay que viajar cual una sardina en su lata), y hay que estar dispuesto a ciertos sacrificios menores (como tener que jalar dedo para salir de tu hotel en la punta de una montaña o desayunar pescado con sopa misoshiro porque no hay desayuno occidental). Pero en definitiva, hay lugares que, sin importar los contratiempo, siempre vale la pena visitar, Hakone es sin duda uno de ellos.