No sé cómo sea la experiencia de otros ecuatorianos que viven fuera, cuando presentan a su país. En Japón mi experiencia, cada vez que hablaba del lugar de donde vengo, era siempre positiva.
En la mayoría de los casos, luego de decir el nombre de mi país, recibía a cambio una cara de interrogación. Entonces, pasaba a explicarles dónde estaba ubicado y cómo era. Me divertía describiendo los hermosos paisajes de este sitio del que, hasta hace un minuto, mi interlocutor poco o nada sabía. Les hablaba de la abundancia de flora y fauna, de los exquisitos sabores de nuestra cocina típica, de la belleza de nuestra sierra y el calor de nuestras playas y nuestra gente. Les describía el paraíso que es Galápagos y lo fantástico que es poder ir de la selva al páramo en tan solo pocas horas.
Así era mi experiencia en Japón, hasta hace un par de semanas, cuando -lleno de maldad e idiotez- un ecuatoriano decidió matar a tiros a un inocente japonés, y enviar a su esposa al hospital, con otra serie de disparos en las piernas y el estómago.
Como los noticieros se encargaron de contarnos, se trataba de una pareja de recién casados que, antes de disfrutar de su luna de miel en Galápagos, había decidido hacer una breve parada en la ciudad de Guayaquil. Una noche, luego de cenar, abordaron un taxi para regresar a su hotel. El taxi desvió el trayecto y los condujo a una trampa mortal, donde un grupo de hombres armados los esperaban para asaltarlos.
Lo que sucedió entonces, solo lo puedo imaginar: hombres gritándoles para que entreguen sus cosas y los japoneses sin entender qué estaba sucediendo, y en cierto punto, alguien (o varios) perdiendo la cabeza y disparándole al pecho a un muchacho de 27 años, que llevaba seis días de haberse casado.
Al cabo de poco, la noticia estaba en cada diario y noticiero de Japón. Mi país pasó de ser un paraíso casi desconocido, a ser el espantoso escenario donde se terminó la felicidad de una inocente pareja.
El lunes fue la primera vez, después del incidente, en que tuve que presentarme a alguien desconocido y decir “soy del Ecuador”. Los japoneses me saludaron con amabilidad y uno de ellos tan solo atinó a decir “Guayaquil!”. Fue eso lo único que dijo, pero bastó para hacerme bajar la vista al suelo, embargada de vergüenza.
En la conversación que siguió, me vi a mi misma mintiendo, del mismo modo que el ministro Serrano lo hizo en la rueda de prensa que dio a los periodista japoneses. “Esta es una situación atípica en el país”, dijo él. “Es incomprensible que lo asesinaran”, dije yo.
¿Es posible decir que es una situación atípica un robo con asesinato en el Ecuador? Sin duda es incomprensible que algo así suceda, y en eso yo no mentí; pero la verdad es que mi país es más peligroso de lo que quise admitir en ese momento y de lo que he querido admitir siempre que hablo acerca de él.
Ese lunes acepté la mentira del ministro, porque de algún modo, yo también me sentí responsable. Como si mis interlocutores esperaran de mí una explicación para un hecho tan inexplicable. Y tanta fue la vergüenza, que preferí hacerles pensar que aquello era algo “atípico” allá en el hermoso lugar donde yo nací.
En lo que resta de mi tiempo aquí, y de mi vida fuera del Ecuador, yo continuaré diciendo a las personas que nací en un paraíso, pues sinceramente lo creo. Continuaré presentando a mi país con sus mejores galas ante los ojos de los extranjeros, y evitaré decir las cosas malas porque, como me enseñaron en ese mi país: “los trapos sucios se lavan en casa”. Solo espero que esos trapos sucios nuestros, de verdad se estén lavando, y no sea que la casa se nos esté llenando de suciedad. En lo que a Japón respecta, ojalá que el tiempo cierre las heridas y que el olvido haga que, otra vez, sea divertido decir “yo soy del Ecuador”.
Lamentablemente estos desagradables incidentes ocurren en todos los paises del mundo, claro que con frecuencias diferentes; dependiendo de su cultura. Quiera Dios que estos delincuentes sean apresados y castigados como debe ser, aunque penosamente esto no le devuelva la vida a ese joven turista.
Sígase sintiendo orgullosa de su País y recuerde siempre que:
«Hay mucho, mucho más amor que odio;
más besos y caricias que mala voluntad;
los hombres tienen fe en la otra vida;
y luchan por el bien no por el mal»
(«Digan lo que Digan», en la voz de Rafael)
Después del fin de año de viví, la realidad de asesinatos, robos, violencia, ya no sólo lo dejo en ecuatorianos (sobre estigmatizados los guayaquileños, si) pero creo que Serrano y Correa están echando a la borda la seguridad de este lindo país, abrir las fronteras sin medir que gente entra, me ha llevado hoy en día a rechazar a todo colombiano que NO conozco. Amiga mía, robo en casa con armas de fuego con mis hijos dormidos no es un evento que nadie debería vivir; así perdió la vida un gran amigo Manuel Calisto, por no dejar que lo robaran, lo disparan y murió al momento. Es una lástima pero en realidad rechazo totalmente que mal intencionados colombianos vengan a seguir y sigan ensuciando el nombre de nuestro querido vecino Colombia. con amigos y familiares tan queridos desde hace años. Una lastima, pero a la final real.