El funeral del edificio municipal

Querido habitante de Tokio:

Tenga usted mucho cuidado con las construcciones arquitectónicas que aprecia. Sáquele una foto a aquella que le resulte particularmente interesante y procure hacerle una visita regular, no sea que mañana se las boten abajo.

Así es Tokio, uno se descuida y de pronto ahí donde había una casa, ahora hay un edificio de 10 pisos que parece que hubiera surgido de la nada. Pero claro que no surgen de la nada, surgen de la impresionante urgencia de los japoneses por construir algo nuevo todos los días, o por consumir la energía de sus tantos trabajadores públicos en alguna cosa. La estación de Shibuya, por ejemplo, es una enorme construcción interminable por debajo de la tierra y literalmente interminable por arriba también. En los tres años y medio que llevo en Japón, jamás he visto a la estación sin algún tipo de construcción sucediendo a su alrededor. Siempre parece que fuera un proyecto inacabado, un trabajo de que nunca termina.

Por esta fiebre constructora, a veces se van abajo cosas memorables como el Hotel Okura, donde fuimos a tomarnos un coctel la noche antes de que lo cerraran solo para admirar su anticuada pero bonita decoración, que definidamente no merecía ser echada abajo. Una buena “manita de gato” habría sido suficiente. Pero como es lógico, a veces también se van abajo cosas que de tan viejas y feas es incluso un mérito que hayan sobrevivido hasta aquí. Ese es el caso del armatoste que es el edificio de la municipalidad del distrito de Shibuya, aquí cerca de casa. Para ser sinceros: un edificio viejo, inútil y feo.

Lo peculiar, sin embargo, y lo que me ha llevado a escribir sobre él, es cómo incluso lo más feo puede ser cuna de algo creativo y bonito. Este fin de semana recorrimos los seis pisos del edificio para ver lo que un grupo de artistas había hecho con él, a manera de despedida. Pudimos entrar en todas las oficinas ya vacías y sucias, y paseamos por todos los corredores casi en ruinas. No había un rincón que no hubiera sido tomado por el arte. Robándome las fotos que mi amado compañero de excursiones hizo, les comparto aquí el funeral del edificio municipal:

Todo lo que un día fue un objeto funcional del edificio fue tomado por el arte. Aquí, estas lámparas con piernas declararon posesión de lo que alguna vez debió ser un archivador lleno de documentos importantes.

Todo lo que un día fue un objeto funcional del edificio fue tomado por el arte

En esta empolvada y lúgubre oficina se montó una colorida exhibición del vanguardista fotógrafo Haruhiko Kawaguchi:

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En el piso más alto, donde ya solo quedaban archivadores viejos y cables, encontramos este grupo de «funcionarios», que al parecer se negaban a admitir que el trabajo aquí había terminado y ya era hora de marcharse:

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Hallamos a este «arquitecto» de esponja revisando mapas del distrito de Shibuya. Quizás planificando nuevas construcciones?

Encontramos a este "funcionario" de esponja revisando los últimos informes

Se va el edificio abajo y con él, el fin de una era, motivo de sobra para echarte sobre tu escritorio y llorar… ¿o para subirte en tu silla y jugar?

En esta vida de perro de funcionario publico no queda más que acostarse y lamentarse

Aunque las paredes del edificio ya solo iban a durar un par de días más, este artista resolvió darle vida a todo el muro de ladrillo de este corredor

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La naturaleza -como siempre que el hombre no lo impida- adora apoderarse de cualquier construcción en ruinas, este hermoso árbol hizo lo propio en lo que un día debió ser una sala de reuniones:

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Los humanos se marcharon, pero se olvidaron de estas fieles compañeras de oficina. Supongo que al artista que dibujó este mural debió provocarle la misma pena que a mí ver estas plantitas ya muertas. Su obra es un lindo modo de darles un adiós:

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Aquí en el área donde se trataba de impuestos y se atendía al público, los artistas resolvieron hacer  lo que todos alguna vez hemos querido hacer en la zona de atención al público de una entidad estatal:

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