
Una tarde de primavera desde mi balcón
No hay momento más feliz del año que cuando llega la primavera. Todas las estaciones tienen su encanto, el verano es la época del calor y la fiesta. El otoño carga una bonita nostalgia con él, una sensación placentera de ver los árboles amarillos y las hojas regadas por el piso. El invierno también tiene su belleza, pero sin duda la primavera es la estación de la esperanza. Todo parece promisor en esos primeros días de primavera, es como si el año que hace poco empezó, con la primavera se ha llenado de nuevas esperanzas y todos nos sintiéramos más optimistas, más felices, más enamorados. Todos, plantas, animales y hombres.
La primavera es bonita donde sea que se la encuentre. Tokio, por ejemplo, experimenta lindos cambios, nada hay más hermoso que sus parques repletos de árboles de cereza y la lluvia de pétalos que nos regalan con cualquier ráfaga de viento. Sin embargo, Ginebra, la buena y sencilla Ginebra, atraviesa mutaciones aún más radicales con la llegada de la primavera. En invierno es melancólica y oscura, el sol se queda arriba en los Alpes para acompañar a los esquiadores y abajo en la ciudad solo abundan las nubes. Pero con la primera (o al menos con esta primavera) las nubes se van y en su lugar llegan los pájaros.
Ginebra se extiende en los bordes del lago Lemán y del río Ródano que corre justo al pie de mi ventana. Las aguas, especialmente las del lago, son el hogar de varias especies de aves, pero como bien dice el poema “las aves se van cuando hace frío”. Al final del verano se las puede ver en grandes bandadas marchándose al sur. En invierno se siente con fuerza su ausencia. Pero con el anuncio de la primavera, poco a poco todas vuelven y parece que trajeran con ellas toda la alegría, la promesa de nuevos soles y nuevas vidas.
En estos días de abril basta acercarse a un árbol o salir al balcón para escuchar a las aves en sus arrumacos. Están todas desenfrenadas repartiendo amor. Para mayo ese amor se traduce en decenas de polluelos chapoteando en el lago, polluelos que en verano ya tendrán sus primeras plumas y estarán aprendiendo a volar.

Champel, uno de los parques más pintorescos de Ginebra
Los árboles son otro espectáculo, unas ramas secas que parecían tan mustias en invierno, en un buen abril nos sorprenden con explosiones de amarillo, rosa o rojo. Y luego está el sol, el sol que en primavera trabaja horas extras hasta que cuando en junio llegue a esconderse recién pasadas las 22:00.
Eso todo junto es la primavera y las palabras resultan siempre cortas para describirla. En esta época quisiera empacar el aroma de las flores, el sonido de los pájaros, el color transparente del agua del lago y este hermoso paisaje de los Alpes bajo un cielo escandalosamente azul, empacarlo y enviarlo todo al Ecuador, para que por una vez mi tierra -que infelizmente no se favoreció con estaciones- sepa a qué sabe un promisor, un feliz y enamorado día de primavera.
Querida sandra, cuentame, estas en Suiza ahora, un abrazo de la parte de Cathia LONGCHAMP DE ALVAREZ, nos conocemos gracias a la EMMA QUERIDA…..