Una historia que se va volando

Durante el proceso de escribir un artículo uno establece un cierto matrimonio con el tema. Se vuelve un versado en todos los detalles y secretos de aquel lugar, aquella cultura, aquella historia… Luego el artículo nace y se va volando. En este caso volar significa partir hacía el Ecuador donde al cabo de algunas semanas será publicado en la revista favorita de mi mamá y cuyas páginas se han vuelto el receptáculo de todas mis crónicas de viaje desde hace ya siete años.

Así es escribir un artículo, por un tiempo uno se casa con él, luego lo ve partir rumbo a la imprenta y comienza el proceso de enamorarse de otro tema y casarse con él. Esta tarde una nueva historia se fue volando de mi escritorio buscando las páginas de la revista allá en Ecuador; sin embargo, esta vez el matrimonio duró un tiempo un poco más largo de tal modo que ahora que terminó me dejó una cierta nostalgia.

El artículo, que en esta ocasión relata mi periplo por el sur de España, no tiene más de cinco páginas, pero su proceso llevó varios meses. El año 2017 comenzó con planificar el viaje, un trabajo arduo cuando se trata de pasar más de tres semanas recorriendo una decena de ciudades y movilizándose en avión, tren, bus y auto. Primero hay que comprar guías, visitar sitios web, estudiar mapas. Luego es altamente recomendable atormentar a los amigos con preguntas. Mi querida andaluza Teresa Iniesta sufrió con mis mensajes antes del viaje, durante el viaje y a lo largo de todo el proceso de redacción. Por último está el engorroso trámite de reservar pasajes, hoteles, entradas y empacar para finalmente partir.

Febrero fue invertido casi en su totalidad en el viaje. Días y días de recorrer pueblos blancos, de arrastrar la maleta por las empedradas calles de Córdoba y las colinas de Granada. Días y días de comerse y beberse la cultura tanto con los ojos como con el paladar. Al final, hicimos la cuenta (gracias a las artimañas de nuestros teléfonos inteligentes) y descubrimos que paso a paso habíamos acabado andando más de 250 kilómetros.

Volvimos a casa a finales del mes con resaca, con kilos de más y dinero de menos y con una tremenda nostalgia por esa inspiradora Andalucía. Marzo pasó invertido en buscar fuentes, en volver a abrumar con preguntas a Teresa y hallar un historiador que aclare mis dudas, y así llegamos a abril que se evaporó casi todo en escribir. Como suele suceder, calculo que mayo será el tiempo en que el texto pasará de las manos del editor a las del equipo de diseño y finalmente a la página, y si todo sale bien en junio mi historia verá la luz. Así mi matrimonio con Andalucía habrá durado medio año, a pesar de que leer el texto no tome más de 10 minutos.

Me gusta casarme con los temas, aunque luego tenga que verlos volar lejos de mí. Esta vez me gustó particularmente mi matrimonio con el sur de España y esperaré esta publicación con la misma expectativa de quien ansía volver a ver en el cielo una cometa que se le escabulló de las manos.

Un comentario en “Una historia que se va volando

  1. Bueno…sus escritos son un matrimonio que aunque se vayan no se divorcian de su escritora, y aunque tome tan sólo 10 minutos en leerlos, el lector también termina contrayendo matrimonio con ellos y lo que es mejor, la escritora ha tenido que vivir momentos inolvidables antes de plasmar sus aventuras en la revista que las publica.

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