Un domingo para catar vinos en Borgoña

Ya he dicho antes que vivir en Ginebra es más próximo a vivir en Francia que en Suiza. Tanto es así que haciendo las cuentas he notado que en estos 16 meses de estar aquí hemos pasado más feriados y fines de semana recorriendo Francia que el propio país donde técnicamente vivimos.

Conduciendo por las autopistas francesas es fácil llegar a prácticamente cualquier punto del país. Fuera de Saboya (nuestra localidad más próxima) ya hemos ido tan al sur como la región de Provenza y tan al norte hasta llegar a Alsacia. Por donde se vaya dos cosas son las más características del “road-trip” francés. La primera es el paisaje de campos de vino por doquier. Solo en la región de Borgoña, nuestro destino de este último fin de semana, los viñedos se extienden hasta donde la vista alcanza.

La segunda característica es el maldito peaje. Los costos son exorbitantes, unas dos horas por la autopista fácilmente puede superar los 30 dólares solo en pago de peajes. Pero de aquello mejor no hablar, vamos a concentrarnos hoy en el vino.

En los alrededores de Dijon, la capital de Borgoña y la ciudad de donde viene la famosa mostaza, es más fácil hallar cavas de vino (y por supuesto tiendas de mostaza) que panaderías o farmacias. De ahí que un programa turístico de rigor para quien visita la zona es realizar un tour de cata de vinos. Nosotros hemos hecho uno el pasado sábado y hoy todavía seguimos con resaca!

Nuestra guía y las seis botellas que nos esperaban para empezar la jornada

El tour, que en nuestro caso duraba todo el día, comienza en un idílico paseo por los viñedos para ser instruido acerca de las diferentes apelaciones, dominios, cepas y variantes. Como uno aprende durante el recorrido, hasta el más pequeño detalle influye en el resultado del vino, desde el tipo de tierra donde está el viñedo y el nivel de lluvias en el año, hasta la inclinación del terreno y el ángulo en el que reciben sol las plantas.

Una vez que uno ha sido bien instruido en toda la ciencia agrícola, viene el momento de conocer el arte de la producción. Del viñedo se pasa a la cava donde es posible observar la sofisticada maquinaria para el despalillado, estrujado y prensado de la uva. Para quien se lo estaba preguntado, lamento decirles que ya no existen mujeres levantándose la falda para marchar sobre piscinas llenas de uvas. Quizás haya quien lo hace aún en muy pequeña escala; sin embargo, en un país donde se producen 8000 millones de botellas de vino por año no hay tantos pies para pisotear tantas uvas.

El recorrido por la fábrica concluye con la visita a la cava misma, donde todo huele a vino y donde es posible pasear entre decenas de barriles de ocre cargados del sagrado líquido. La cata viene inmediatamente después y se la realiza justo ahí entre las paredes de piedra y los toneles. En nuestro caso el día transcurrió saboreando un impresionante total de 12 diferentes botellas de vino, servidas de modo bastante más generoso de lo que yo esperaba y repartidas entre distintos tipos de Chardonnay y Pinot Noir, las cepas borgoñesas por antonomasia.

Se aprende mucho con la visita, pero debo confesar que a partir de la octava botella (o la séptima o la sexta, dependiendo de cada quien) ya está uno lo suficientemente «a gusto» con el vino como para concentrarse demasiado en identificar las maravillosas notas musicales que los anfitriones esperan que uno escuche con cada sorbo que se lleva a la boca. Con todo, la experiencia es estupenda, aunque dos recomendaciones vienen bien antes de embarcarse en el tour. La primera: vale la pena comenzar el día con el estómago bien lleno. La segunda, cruzar los dedos por que le toque a uno un buen grupo de turistas, uno que al cabo de la décima botella no empiece a hablar de las virtudes de Donald Trump o de sus problemas de alcoba; como sea al final del día está garantizado que todos terminarán de íntimos amigos.

Un comentario en “Un domingo para catar vinos en Borgoña

  1. Que bonita aventura, sobre todo para aquellos que gustan de un buen vino, claro que sin excesos o de lo contrario tendrán una muy desagradable resaca, porque es bien sabido que «borracho que toma vino, no tiene salvación»

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