Hoy fuimos informados que “nuestros bienes ya embarcaron”: embarcar no de manera figurativa sino en el sentido literal: nuestros sofás, nuestra cama, nuestra colección de máscaras y de figuras de gatitos ya están todos montados en un barco y ahora mismo surcan las aguas del Atlántico. Por tercera vez nuestra casa está flotando en un Océano.
La primera vez en 2012, nuestro conjunto de cajas salió del puerto de Guayaquil y llegó cinco semanas después al de Yokohama en Japón. Tres años y medio más tarde, nuevamente lo empacamos todo. La cama, las máscaras y los gatitos pasaron un mes navegando por el Océano Índico hasta llegar a Europa.
En febrero de 2016 instalamos nuestro hogar en Suiza. Hallamos un departamento que nos enamoró y pusimos las máscaras junto a la chimenea y la cama al lado de una ventana que miraba a las montañas nevadas del Jura.
Del mismo modo que en Tokio, hicimos una vida en Ginebra, hallé un trabajo fantástico y una oficina a la que ir todas las mañanas con gran alegría. Compramos un cactus y lo pusimos junto a la ventana de la cocina en invierno y en la mesita del balcón cuando era verano. Hicimos amigos, viajamos, nos bañamos en el lago Lemán y en el río Ródano. Descubrimos el estupendo restaurante de doña Rosi que los sábados hacía yahuarlocro y los martes, humitas. Vivimos en Ginebra tan feliz e intensamente como en Japón, y entonces nos llegó el momento de partir. Sacamos una a una las máscaras de la pared, limpiamos la chimenea, vaciamos la refrigeradora, regalamos el cactus, y lo empacamos todo otra vez.
Ahora la casa está flotando de nuevo, navega desde el puerto de Rotterdam y planea arribar en abril al de Santos, aquí en Brasil. Nosotros hemos llegado hace dos semanas, aún no hemos comprado un cactus y ni siquiera tenemos todavía un departamento donde colgar las máscaras o poner los gatos. Tras nueve años, Fábio vuelve a Brasilia y tras ocho años de amarlo y conocerlo, yo me preparo para vivir en el país que lo vio a él nacer. Hemos de hallar una casa vacía otra vez, una panadería favorita y una ventana desde donde ver los bellos árboles de la sabana brasileña y las periquitas verdes que en ellos se posan.
La casa salió de Quito a Tokio, de Tokio a Ginebra y de Ginebra vendrá aquí; de tal suerte que acabó dando una vuelta completa al mundo. A mí me gusta pensar que al igual que la casa, Fábio y yo también completamos una vuelta al mundo, y en este caso no solo literal sino también figurativamente, pues a partir de aquí empezaremos otra vuelta, solo que para esta nueva aventura ahora seremos tres.
Qué maravilla! Felicitaciones linda, espero que el viaje y la aventura continúen con mucho movimiento y aprendizajes. Que lindo saberte más cerquita. Bendiciones infinitas, para ti y tu familia! 🙂