
Foto: Brian McCarty. Más sobre esta foto al final del artículo
Ha pasado un año desde que se decretó la guerra. Cuando inició, las batallas parecían suceder muy lejos. Tan lejos que no era posible escuchar los bombardeos ni divisar ningún herido desde aquí. Alguien conocía alguien que había conocido alguien que combatió o combatía. Alguien sabía de un lugar donde se acumulaban los heridos, donde sucedían bombardeos con frecuencia, pero nunca había visitado aquel lugar, ni había visto con sus ojos un combatiente.
En este país tropical, la guerra fue cruenta desde el inicio, y se fue haciendo más cruenta incluso cuando creíamos que ya no era posible serlo más.
Nosotros, en nuestra burbuja, nos sentíamos relativamente seguros. Nos habíamos imaginado una especie de domo de cristal que protegía la ciudad del descontrol que se apoderaba del resto del país.
Aquí no hay guerra, solo esporádicas batallas, quisimos engañarnos en pensar. Pero un año después, lo que no hay aquí es aquel tal domo de cristal, ni las tales esporádicas batallas. Hay minas por donde sea que se ande y ahora caminamos, todos los días, de puntillas.
Los bombardeos parecen estarnos cercando. Cada día alguien conocido cayó. Afortunadamente, algunos con daños menores, casi con rasguños. Pero cada vez conocemos más. Cada vez hay un nuevo herido, un nuevo caído. Cada vez, un nuevo muerto. Cada minuto un nuevo muerto. Cada día mil, dos mil, tres mil nuevos muertos. Quizás hoy mismo alcancemos la marca de las 300 mil vidas perdidas.
A los que estamos bien, se nos van acabando las palabras para consolar a los que están de luto. Y a los que están de luto, les van quedando cada vez menos motivo para seguir en la batalla.
La guerra se está apoderando de este país, y al mando del batallón solo tenemos fantasmas.
………….
Crédito de la foto: La fotografía en este post corresponde al fotógrafo estadounidense Brian McCarty, y su valioso proyecto para contar la vida en zona de guerra desde la visión de los niños. Pueden leer más aquí.