Querido Brasil necesitamos hablar

Querido Brasil,

Necesitamos hablar. Nuestra relación tiene más de una década y siento que en este tiempo hemos andado un camino tan largo que ya no sé dónde estamos ahora. Ya no sé qué sentir por ti.

Hay dos caras de Brasil para mí, una es la del ciudadano de quien me enamoré con locura un febrero de 2010. Ese amor ha permanecido intacto, puro, fuerte y feliz. Ese amor se ha multiplicado en una hija hermosa que, como su padre, también nació en tu tierra. A esa cara de Brasil la amo tanto como el primer día y no es de ella de quien quiero hablar.

Brasil, quiero hablarte de mi relación contigo. ¿Qué nos ha pasado? ¿Dónde se nos ha ido el amor?

Hace poco hablé con una amiga que habita mis pensamientos día y noche. Alguien que perdió a su esposo en este país por culpa de esta maldita pandemia sin fin. Esa mujer, que es un ejemplo para mí en mil aspectos, pronto abandonará Brasil para volver a su natal Europa. Después de cinco años aquí, empacará sus recuerdos en portugués y partirá para siempre con la ausencia de su compañero a cuestas.

Ella me ha dicho “no me marcho con rencor, aún aprecio este país” Y yo, que no he pasado por una tragedia de tal magnitud, ¿cómo es que no consigo arreglar mis cuentas contigo Brasil?

Yo te he querido tanto y por tanto tiempo, pero ¿dónde está ese amor ahora? Hoy mi relación contigo se asemeja a la de un matrimonio que en lo cotidiano fue perdiendo el encanto. Que de tanto verse los defectos, se volvió incapaz de maravillarse con las virtudes.

Recuerdo cuando en 2018 llegué aquí embarazada y llena de ilusión. Después de tantos años de convivir contigo, de hablar tu idioma, de alimentarme con tu cultura, finalmente llegaba la hora de habitar en ti.

Parecía que el nuestro había sido un amor a distancia, que se mantenía por correspondencia. Y ahora que era el momento de vernos las caras, de dormir bajo el mismo cielo y juntar los trapos, las cosas resultaban diferentes.

Y como quien descubre una traición ya en el primer día, yo me di de cara con la mayor desgracia política que comenzaba en este país el mismo año en que yo me instaba a vivir en él.

Desde entonces Brasil, me ha costado verte con los mismos ojos. Me enojo contigo todos los días un poco más. Me decepciono con cada periódico que abro, con cada noticia que alcanza mis oídos. Debo confesarte: me decepciono hasta con las banderas que veo hondear por aquí y cuyo significado se volvió perverso.

Tras estos años, nuestra relación se ha debilitado tanto. Tú ya no tienes reparos en mostrarme tu peor rostro, y yo ya no hablo de ti con encanto. A los oídos de mis amigos solo llegan mis quejas y lamentos.

Pero te escribo esta carta Brasil porque estoy convencida de que este amor no ha muerto. Es verdad que ahora conozco las cosas más sucias de ti, aquellas que eran difíciles de ver cuando nos separaban océanos. Pero el horror solo opaca la belleza, no acaba con ella.

A veces la belleza vuelve en la voz envolvente de Clara Nunes, en el acordeón de Luiz Gonzaga. Vuelve en la mirada penetrante de una lechuza “buraqueira” o en la imponencia de un carcará cazando otra ave. Vuelve en la artesanía, en la fiesta popular, en los orixás, en los ríos gigantes, en la pintura, en la comedia, en el sabor del mango, en el azul inmenso de una Brasilia de junio. Y entonces otra vez te veo con ojos de amor, de admiración y de respeto.

Brasil, en estos tiempos está siendo muy difícil quererte, pero no he dejado de hacerlo. Es verdad que cuesta mirarte más allá de tus defectos, y que nuestra relación se halla ahora en su momento más oscuro, pero yo no quiero perder la fe en ti.

Tiempos menos oscuros le esperan a este país. Por el bien de mi relación contigo Brasil, yo me aferro a creer en ello.

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