La señorita Piedad y García Márquez

Últimamente he vuelto a leer al gran maestro García Márquez. Hay tantos motivos por los cuales es un escritor memorable e inmortal y uno es su capacidad de crear personajes inverosímiles y a la vez tan realistas, tan cualquier persona, de cualquier familia, de una ciudad cualquiera, en cualquier país de América Latina.

Creo que aquellos que nacimos después de “Cien años de Soledad” ya no somos tan mágicos como los que llegaron al mundo junto con García Márquez, allá en el tiempo cuando los señores usaban sombreros y las señoras mantilla para ir a la iglesia.

Mi familia tiene la fortuna de aún tener algunos personajes de García Márquez entre los nuestros, y Piedad es uno de ellos.

Dicen que ella le cambió los pañales a todo mundo en esta familia, que mataba la gallina para el sancocho a sangre fría, que cuando muchacha, una vez la hicieron preparar sola un ollón lleno de humitas de castigo, que tenía muchos pretendientes y que cuando aún no se había quedado sorda le gustaba escuchar aquella canción “Senderito de amor”.

Piedad es mi tía y es una especie de paradoja fantástica, que sufre de los nervios y, para ciertas cosas, los tiene más templados que muchos. Desde que tengo uso de razón dice que se va a morir y ya se aproxima a los 90. Y lo mismo declara “quiero llorar pero no sé por qué” y al cabo de poco está riendo en la mesa, jugando 40 y apostándolo todo.

Piedad nunca se casó, la vida no le dio tiempo porque antes de cumplir 20 años le impuso el cuidado de ocho hermanos que, junto con ella, se habían quedado sin madre de un rato al otro. La menor de todos, mi mamá, con poco más de un año de vida.

Nadie sabe exactamente cuándo ni cómo perdió la audición. Algunos dicen que una meningitis o una fiebre muy alta, pero desde que nací supe que a ella se le hablaba mirándola a los ojos y pronunciando bien las palabras para que te leyera los labios. Mágicamente, dicen que a mi abuelito le entendía todo incluso si hablaba de espaldas.

Con esos nervios de los que tanto se queja, tuvo el coraje de enterrar a padres, hermanos y sobrinos… y dicen que fue ella la que le sostuvo la mano hasta el final a la hermana que no llegó a la adultez por culpa de la epilepsia.

No creo que sepa bien lo que es una feminista, y sin embargo ella misma lo es hasta su último hueso, porque en aquellas épocas en que el oficio de la mujer era el de ser esposa, ella se consiguió el oficio de costurera, y sin ser nunca empleada de nadie, pagó por años para tener un seguro de jubilación del cual ha vivido hasta el presente día sin depender de otros.

Cuando los años comenzaron a pesarle, muchos ponderaron la triste posibilidad de un asilo, luego de que las ofertas de sus hermanas de acogerla en sus casas no fueron aceptadas.

Las cosas para ella se fueron haciendo cada vez más difíciles, su departamento estaba en la terraza de una casa que desde hace años era habitada tan solo por ella, y llegar a él requería subir un escalera en caracol que era un reto hasta para los más jóvenes.

Y cuando llegó la pandemia para cambiar la vida de todo el mundo, la de Piedad se puso aún más compleja: no por el riesgo de contagiarse del virus que según dice a ella no le dará, sino por la imposibilidad de entender a la gente en la calle, cuando ahora todo el mundo se cubre la boca para hablar.

Así las cosas, hoy Piedad dejó su departamento, bajó por última vez las escaleras y cerró la puerta a sus espaldas dejando esa vieja casa vacía. Vivió 17 años en ese lugar, luego de pasar por muchos sitios a lo largo de su vida de señorita.

Pero no se fue a ningún asilo ni qué carajos! Piedad se ha mudado a un departamento nuevo, en el primer piso y con vista a unos lindos jardines, a 200 metros de la casa de su hermana. Se ha comprado electrodomésticos nuevos y dice que quiere plantar flores en las jardineras de la ventana.

Mi hermana me ha dicho hoy “tu tía de 87 años está comenzando una nueva etapa de su vida” y yo me he quedado pensando en lo alentador que suena eso. Si en este tiempo de presente incierto, la señorita Piedad aún le apuesta al futuro, ¿de qué diablos tenemos que quejarnos los demás?

Mi hermosa tía es un proyecto mucho más grande y fantástico que lo que dan mis capacidades literarias, quizás algún día me aventure a abordarlo, pero en esta noche solo puedo pensar: qué lástima que no la conoció García Márquez para convertirla en un cuento titulado “Piedad Ríos Castillo”.

4 comentarios en “La señorita Piedad y García Márquez

  1. Ciertamente que a ella la vida no le ha favorecido, pero a cambio le dio una familia tan buena que, en gratitud a su abnegada labor de madre sustituta, jamás la han dejado en soledad y siempre están prestos en ayudarle a sobrellevar sus incurables dolencias.

  2. Me sentí identificada con el «personaje» de tu tía .. probablemente será el retrato de mi en unos años… la vida está llena del realismo mágico que supera cualquier expectativa del «deber ser» en un marco fotográfico conservador… tiempos de cambios, nuevos roles, el futuro «poco normal» . Gracias, saludos desde Colombia.

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