Ella fue la primera amiga que hice cuando salí del Ecuador. Acababa de llegar a Japón en el mayor calor del verano, no conocía nada ni a nadie, no sabía siquiera por dónde empezar y fue ella quien me mostró el camino.
Nos conocimos a los pocos días de yo haber arribado a Tokio. Cerca del apartotel donde temporalmente nos hospedábamos había una gran tienda de bicicletas, todas con el mismo estilo clásico de bici japonesa. Mejor conocidas como “Mama Chari” se caracterizan por tener una canasta delantera y en ocasiones una silla para bebé en la parte posterior y son la típica bicicleta de la mayoría de mamás de la ciudad.
La mía era de un azul brillante, Fábio me la dio como un regalo para invitarme a explorar la ciudad, para volverme parte de ella. Recuerdo que salí de la tienda pedaleando en zigzag, confundida con esas calles abarrotadas de gente, donde todos circulan por la derecha y donde no hay ciclovía porque la calle le pertenece a bicis, peatones y autos por igual. Al día siguiente le pegué un sticker con la bandera del Ecuador en su canasta trasera y así sellamos la amistad.
En mi primer verano en Tokio ella fue quien me acompañó todos los días a mis clases de japonés, a los parques, museos y supermercados, donde yo trataba descifrar asuntos fundamentales como cuál podía ser el paquete del azúcar y cuál el de la sal. Pocos meses después, con ella fui a descubrir el primer Otoño que mis ojos habían visto, pasamos debajo de muchos árboles amarillos y rojos y juntas llegamos pedaleando a mi primer invierno. Cuando la ciudad se llenó de nieve, salí riéndome de ver cómo rodaba estupendamente bien sobre calles resbaladizas, dejando atrás a peatones temerosos de tropezar.
Juntas descubrimos Minato-ku (mi barrio en Tokio que era del mismo tamaño que toda la ciudad de Ginebra) y juntas vimos pasar cinco otoños y cuatro primaveras. Con el tiempo me volví experta en llevar todas las compras del supermercado en su canasta y me gradué de ciclista cuando yo también (al puro estilo japonés) salía pedaleando en los días de lluvia con paraguas en mano.
Cuando llegué a Ginebra fueron seis penosas semanas de esperar a que un barco cruzara el Océano y trajera toda nuestra casa hasta aquí, pero lo que más me costó fue esperar por ella. Cuando el conteiner finalmente llegó y comenzó a descargar cajas y cajas frente a nuestro nuevo departamento, lo único que mis ojos buscaban era a ella.
Ahora, han sido ocho meses de mucha felicidad paseando con mi Mama Chari por Ginebra. Aquí también lo hemos explorado todo, gracias a ella me he sentido dueña de esta ciudad que hemos recorrido de cabo a rabo sin importar el sol, el frío o la lluvia. Nada nos ha detenido de andar siempre juntas y sin embargo hoy fue quizás el último día de nuestra gran amistad. Una falla en su neumático, un repuesto que aquí no existe, una bici con características demasiado diferentes a las que se utilizan aquí, y ya está, así llegó hoy el final para mi amiga japonesa.
Hoy debí empujarla de regreso a casa. Fue la primera vez que yo tuve que llevarla a ella y no ella a mí. En el camino decidí parar en el parque y sacarle una foto para que si nos tenemos que separar no la vaya yo a olvidar. No pude evitar reflexionar en la capacidad que tenemos los seres humanos para otorgarle una especie de “alma” a objetos inanimados. Esa bicicleta es solo un par de hierros oxidados y dos ruedas viejas y con todo ante mis ojos es una amiga, una amiga tan fiel y tan querida que me pareció necesario dedicarle unas palabras de adiós.
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Otras historias con mi fiel amiga:
De cuando le gané la carrera a un Ferrari (octubre 2014)
El país de las bicicletas (noviembre 2012)
Que pena que por tan poca cosa tenga que ser sacrificada su fiel compañera. Seguro que aquí en Ecuador, se la habría habilitado para unos 50.000 kilómetros más, pero no queda más que empezar a resignarse y verla partir para nunca más volver.
P.D. mi más sentido pésame.
Linda historia Sandra y como te han marcado los años en Japón, tanto que creí que la foto era en Tokio.
Llevas seis meses en Suiza y aún tu corazón en el lejano país asiático!!!
Un abrazo y cariñosos recuerdos
jeanette/maurice
Gracias querida Jeanette, siempre me deja contenta saber que los amigos acompañan mis historias. Es verdad que un pedacito de mi corazón se quedó en Japón, pero para ser sincera es solo un pedacito muy pequeño porque todo el resto se quedó en el Ecuador.
Un abrazo grande para todos allá!!